Las marcas están profundamente arraigadas en nuestra cultura, y cualquier modificación en sus logotipos puede generar reacciones intensas entre el público. Recientemente, los rediseños de Jaguar y Burberry han provocado debates significativos en las plataformas digitales. (El País)
Un ejemplo notable es el cambio de escudo del Atlético de Madrid. Aunque el rediseño buscaba modernizar y simplificar la imagen, una parte considerable de los socios expresó su descontento, lo que llevó al club a restaurar la versión anterior, vigente desde 1969. Este fenómeno no se limita al ámbito deportivo; otras marcas emblemáticas también han enfrentado críticas al actualizar su identidad visual.
Julián Garnés, socio del estudio de diseño Rubio y Del Amo, señala que las marcas actúan como mediadoras entre los valores intangibles de una empresa y sus usuarios. Funcionan como sistemas de representación que establecen conexiones emocionales entre las personas y las organizaciones. Por ello, cualquier alteración en su imagen puede afectar la relación emocional que los consumidores han desarrollado con la marca.
Una crítica común en los últimos años es la tendencia hacia la homogeneización en los rediseños, conocida como «blanding». Eva Yarza, del estudio londinense Yarza Twins, observa que muchas agencias siguen pautas similares en cuanto a colores, tipografías y estilos fotográficos, lo que resulta en identidades visuales que carecen de distintividad. El rebranding de Jaguar es citado como un ejemplo de esta tendencia, presentando una tipografía que algunos consideran genérica y que no refleja adecuadamente la esencia de la marca.
La reacción negativa del público ante los cambios en los logotipos puede atribuirse a la conexión emocional y a la percepción de identidad que las personas asocian con las marcas. Cuando una empresa modifica su imagen, puede percibirse como una ruptura con la tradición o una pérdida de autenticidad, lo que genera resistencia entre los consumidores.
En conclusión, las marcas desempeñan un papel crucial en la construcción de identidades culturales y personales. Cualquier cambio en su representación visual debe abordarse con sensibilidad y comprensión de la relación emocional que los consumidores tienen con ellas. La clave está en equilibrar la necesidad de modernización con el respeto por la herencia y los valores que la marca representa para su audiencia.